
En tiempos actuales, tiempos de ruptura con todo aquello que tenga el más mínimo olor a regla u orden arquitectónico, hablar de estilo y de modernismo suena, sin duda, totalmente anacrónico.
Lo paradójico del asunto es que el movimiento moderno también nació como una reacción de los jóvenes arquitectos al espiritu decimonónico, para ellos, del romanticismo, la tradición histórica y el academisismo del estilo clásico.
Es verdad que en la actualidad el modernismo ha sido declarado anacrónico, pero no debemos olvidar que nos ha dejado un legado importante. Fué, a mi criterio, el último movimiento con estilo en la arquitectura contemporánea.Y cuando hablamos de estilo, nos referimos a este, como un hecho social, no solamente a un tipo de estética formal. El estilo entendido como una parte importante de lo cultural. Como el medio para materializar la cultura, de hacerla visible a los ojos de una generación, de una época.
Según Norberto Chavez – “El diseño invisible” Buenos Aires, Paidos 2005 – …..“cada miembro( de una sociedad) no hace sino interpretar cada producción ( u obra) particular desde el código de su época y es por ello que época y estilo se han venido identificando , constituyendo uno el signo de la otra”.
En el campo de la arquitectura, el estilo es una manera de hacer ciudad, generando un tejido armónico, de cierta coherencia, respetando la vieja palabra de los años 60: “contexto”, redescubierta por los estructuralistas y alma de toda trama urbana.