

En la tradición oriental existen dos conceptos Zen que ponen énfasis en la representación espacial de espíritus intangibles. Hablamos de Wabi y Sabi.
Desde tiempos inmemoriales, ellos han dado lugar a ciertas normas estéticas predominantes en la materialización del espacio de la casa japonesa, debido, a que la tradición artística del país otorga a lo intangible un valor superior al de la mera representación de la realidad.
De acuerdo a la interpretación del historiador Heinrich Engel, (citado por Graham Cairns en su obra “El arquitecto detrás de la cámara” Abada Editores, S.L.2007). Wabi, tiene que ver con: “la simplicidad, la pobreza y la eliminación del detalle superficial”. Sabi, contempla “la importancia de la soledad y el vacío en la obra”.
Estos dos conceptos que han dominado por siglos el dibujo y la pintura en Japón, desde principios del sigloXX, se han hecho también presentes en el cine.
En este campo, la propuesta visual de la obra del director Yasujiro Ozu incorpora elementos arquitectónicos y pictóricos muy afines en esos aspectos con el pensamiento Zen, creando de esta forma complejas relaciones entre la arquitectura, la cámara y el tratamiento espacial de la escenografía en sus filmes.
Ozu trabaja la arquitectura simple de sus espacios fílmicos como elementos de demarcación de planos o vistas (desde interiores a exteriores o al revés). Vistas pensadas para ser contempladas por un ojo casi a nivel del suelo y que concentran el peso de su composición en la parte inferior del cuadro, tal como en las antiguas tradiciones de la pintura nipona. Algunos críticos sostienen además, que esta manera de manejar la cámara permite evitar la perspectiva del espacio, la que aumenta a medida que el punto de vista gana en altura.
Al contrario de Occidente, que modificó la percepción que se tenía del espacio con la invención de la perspectiva renacentista, los orientales han descubierto otras maneras de mostrar la profundidad espacial. Una de ellas, (dentro de las varias que utiliza este director) consiste en jugar con las líneas oscuras del borde de las tradicionales esteras de paja utilizadas sobre el piso de las casas japonesas llamadas Tatami.
LosTatamis tienen la cualidad de mantener siempre el mismo tamaño y forma, constituyendo lo que en arquitectura llamamos: módulo. Efectivamente el tatami es un módulo constructivo con reglas de aplicación muy estrictas en cuanto a disposición y número. Por ejemplo, el tamaño de un cuarto para la ceremonia del Té mide 4,5 tatamis y se utiliza por lo general una estera 0.90m x 1.80m x 0.05m o medias esteras de 0.90m x 0.90m. Todas las construcciones tradicionales japonesas se construyen en base a módulos de 0.90m o sus múltiplos.
Esta modulación es empleada por Ozu, no solo en el diseño y proporciones de sus escenografías, sino también, en la ubicación y desplazamientos de la cámara, la que se mueve en ángulos de 90 grados para dar la apariencia de continuidad fílmica.
Otro recurso utilizado para destacar la profundidad espacial, es ubicar a los personajes en varios planos de acción claramente demarcados por columnas, vigas o pantallas; formando sub-encuadres individuales. En términos espaciales utiliza algo muy común en la arquitectura oriental (y por razones religiosas, también en la musulmana) en la cual, un recinto modulado se abre a otro de distintas características, creando una arquitectura compleja y flexible en la que las vistas internas se multiplican hacia distintos puntos de igual valor, a diferencia de la mirada perspectivesca occidental con un punto de vista predominante.
Fiel a la tradición, Ozu crea una realidad ambigua y sugerente que desorienta la percepción espacial del espectador, logrando así: por una parte, la ilusión del espacio cinematográfico de una manera diferente a la que nos tiene acostumbrado nuestro cine y por otra, una profunda relación con la arquitectura vernácula y con su cultura.
Desde tiempos inmemoriales, ellos han dado lugar a ciertas normas estéticas predominantes en la materialización del espacio de la casa japonesa, debido, a que la tradición artística del país otorga a lo intangible un valor superior al de la mera representación de la realidad.
De acuerdo a la interpretación del historiador Heinrich Engel, (citado por Graham Cairns en su obra “El arquitecto detrás de la cámara” Abada Editores, S.L.2007). Wabi, tiene que ver con: “la simplicidad, la pobreza y la eliminación del detalle superficial”. Sabi, contempla “la importancia de la soledad y el vacío en la obra”.
Estos dos conceptos que han dominado por siglos el dibujo y la pintura en Japón, desde principios del sigloXX, se han hecho también presentes en el cine.
En este campo, la propuesta visual de la obra del director Yasujiro Ozu incorpora elementos arquitectónicos y pictóricos muy afines en esos aspectos con el pensamiento Zen, creando de esta forma complejas relaciones entre la arquitectura, la cámara y el tratamiento espacial de la escenografía en sus filmes.
Ozu trabaja la arquitectura simple de sus espacios fílmicos como elementos de demarcación de planos o vistas (desde interiores a exteriores o al revés). Vistas pensadas para ser contempladas por un ojo casi a nivel del suelo y que concentran el peso de su composición en la parte inferior del cuadro, tal como en las antiguas tradiciones de la pintura nipona. Algunos críticos sostienen además, que esta manera de manejar la cámara permite evitar la perspectiva del espacio, la que aumenta a medida que el punto de vista gana en altura.
Al contrario de Occidente, que modificó la percepción que se tenía del espacio con la invención de la perspectiva renacentista, los orientales han descubierto otras maneras de mostrar la profundidad espacial. Una de ellas, (dentro de las varias que utiliza este director) consiste en jugar con las líneas oscuras del borde de las tradicionales esteras de paja utilizadas sobre el piso de las casas japonesas llamadas Tatami.
LosTatamis tienen la cualidad de mantener siempre el mismo tamaño y forma, constituyendo lo que en arquitectura llamamos: módulo. Efectivamente el tatami es un módulo constructivo con reglas de aplicación muy estrictas en cuanto a disposición y número. Por ejemplo, el tamaño de un cuarto para la ceremonia del Té mide 4,5 tatamis y se utiliza por lo general una estera 0.90m x 1.80m x 0.05m o medias esteras de 0.90m x 0.90m. Todas las construcciones tradicionales japonesas se construyen en base a módulos de 0.90m o sus múltiplos.
Esta modulación es empleada por Ozu, no solo en el diseño y proporciones de sus escenografías, sino también, en la ubicación y desplazamientos de la cámara, la que se mueve en ángulos de 90 grados para dar la apariencia de continuidad fílmica.
Otro recurso utilizado para destacar la profundidad espacial, es ubicar a los personajes en varios planos de acción claramente demarcados por columnas, vigas o pantallas; formando sub-encuadres individuales. En términos espaciales utiliza algo muy común en la arquitectura oriental (y por razones religiosas, también en la musulmana) en la cual, un recinto modulado se abre a otro de distintas características, creando una arquitectura compleja y flexible en la que las vistas internas se multiplican hacia distintos puntos de igual valor, a diferencia de la mirada perspectivesca occidental con un punto de vista predominante.
Fiel a la tradición, Ozu crea una realidad ambigua y sugerente que desorienta la percepción espacial del espectador, logrando así: por una parte, la ilusión del espacio cinematográfico de una manera diferente a la que nos tiene acostumbrado nuestro cine y por otra, una profunda relación con la arquitectura vernácula y con su cultura.
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