SISTEMAS, ORGANIZACIÓN Y ESTRUCTURA.
He vuelto a revisar la obra de Bernard Tschumi, con motivo de su declarada vinculación con el cine.Sin embargo y en especial al recordar (a pedido) su centro de artes Le Fresnoy, no he podido dejar de relacionarlo con un tema que siempre me ha interesado. Es la visión sistémica de la realidad y la posibilidad, casi mágica, de poder cambiarla si le descubrimos el juego.
El asunto podría ser como sigue:
Cuando nos enfrentamos a una obra de arquitectura, nos damos cuenta que ella está inserta en este complejo sistema que llamamos “la realidad”. La obra no es ajena al contexto o entorno que la rodea, por el contrario habiéndolo querido o no, al concebirla, su autor debió someterse a las reglas dictadas por la maraña de relaciones,
a la que toda cosa o ser llega, cuando aparece en este mundo.
La obra se hace (una) parte del sistema, (es ya, realidad) el énfasis que se coloque en ciertas relaciones que interesa trabajar, dependerá del arquitecto. El resultado serán las estructuras de orden que la caracterizarán como una obra singular.
¿Pero que es un sistema?
En pocas palabras: es un conjunto de partes, de un todo, que tienen relaciones entre sí.
De acuerdo a Humberto Maturana y Francisco Varela,si queremos conocer un sistema cualquiera, debemos comenzar por entender su organización.
La organización de algo, tiene que ver con las relaciones que deben darse, para que ese algo (cosa, obra o lugar) "sea". Tenga existencia en el mundo.
Para que existiera la “Casa de la Cascada”, y se convirtiera en un hito arquitectónico, fue necesario que Wright organizara un conjunto propio de relaciones esenciales en la obra, (tanto internas, como externas) de manera tal, que esta se integrara a su entorno (o sistema natural) y a la vez, surgiera como una obra distinta y única.
El conocimiento necesario para organizar relaciones y reconocer sistemas, se adquiere: por una parte, de la observación, (del detenerse en las cosas, del mirar no-cotidiano y moroso de la realidad, del aprender a hacer distinciones) y por otra, de la manipulación activa del espacio y de las cosas. Ambos tipos de conocimiento, son interdependientes y determinan la emergencia, el aparecer de la obra.
El primer acto cognoscitivo básico que todos hacemos constantemente cuando nos enfrentamos con algo nuevo, es distinguirlo, o sea traerlo desde el “continuo”de la realidad y luego, clasificarlo. Integrarlo a una clase: a una tipología de obras, cosas o lugares, de acuerdo a los elementos que lo constituyen.
Para que yo clasifique algo como una silla, para que pueda llamarlo silla y no mesa o paraguas, es necesario que reconozca en ese algo, en primer lugar: sus partes esenciales y luego, ciertas relaciones entre esas partes, que yo distingo en este caso como:
patas
asiento
y respaldo
Las sillas también suelen tener otros componentes tales como: brazos, elementos para poner los pies, tablero para escribir, cabezales y otros, pero las partes esenciales y que la clasifican dentro de la clase de las sillas, son esas tres. Sin ellas, la silla no existe.
Estas partes deben relacionarse de tal forma, que sea posible realizar la acción de sentarse. Es decir, las patas deberán situarse en determinada posición y altura con respecto al asiento, y el asiento se ubicará en relación con el respaldo, de modo que yo pueda afirmar mi espalda en él. Sólo así, yo puedo nombrar a este algo como una silla y no de otra manera.
Eventualmente podría surgir la pregunta: ¿Cómo deben darse estas relaciones, para que algo se califique como una buena silla? una silla que nos permita sentarnos bien y a la vez sea algo nuevo, distinto.
Eso dependerá de la imagen de lo que comúnmente se considere “sentarse bien”, o lo que el diseñador crea, es la mejor manera de sentarse. Aquí, surgen los criterios que se establecerán para las relaciones y sus consecuencias. La voluntad del diseñador, el trasfondo cultural, en la elección de la clasificación. La forma en que se quiere acoger la acción de sentarse. Es decir, el modo particular, en que se realiza la organización (la manera en que se dan las relaciones entre sus elementos o componentes) de “esta” silla.
Esa forma distintiva, particular, en la que se dan concretamente las relaciones de las partes de algo, de acuerdo a los criterios de cada diseñador. Los componentes de esas partes, la materialidad, las dimensiones, los colores, etc. Son los que definirán su “estructura”, su orden propio.
¿Qué es la estructura de algo?
Siguiendo con Maturana, podríamos decir que son: las relaciones entre los componentes (espaciales y materiales.) que concretamente constituyen una unidad en particular, y que realizan, que materializan, su organización.
Todas las viviendas tienen una organización más o menos común (un programa y funciones similares) y deben darse en ellas, las relaciones esenciales que las definen como casas (y no como hoteles, por ejemplo) pero cada una tiene una estructura de relaciones particular y propia, que la hace única.
A esto, en la obra de arquitectura le llamamos: orden.
Y es, el que define una obra como tal y le da existencia particular dentro de una clase determinada de obras. Dentro de la clase de las casas; la casa colonial chilena de tres patios, es un ejemplo de un orden arquitectónico determinado. Las casas de la pradera de Wright, organizadas en torno a un corazón central de fuego, es otro.
Lo interesante de esto es que: si variamos la organización de algo, (de una cosa, una obra, de un lugar), o sea, si las relaciones esenciales entre las partes de algo, se dan en forma diferente; cambiamos la realidad. La clasificación que le hemos asignado a ese algo, variará. Y se convertirá en un algo distinto.
Al contrario, si yo descubro cuales son las relaciones de algo (de una cosa, de una obra o de un lugar) que debo mantener invariantes, (las que hemos llamado esenciales) aún si cambio la estructura o el orden de los demás elementos, ese algo seguirá siendo lo que es, su organización será la misma. (“una rosa, es una rosa”, aunque cambie su color, su tamaño o la intensidad de su perfume).
Resumiendo: No podemos cambiar la organización de algo sin cambiar su clasificación, su realidad, pero si podemos modificar su estructura, su orden particular, permitiéndonos un desarrollo en su diseño.
Esa y no otra, es la forma en que a menudo trabajamos los arquitectos, cuando intervenimos un lugar o cuando proyectamos una obra en un contexto determinado. Lo que hace Tschumi en Le Fresnoy es meterse entre las cosas, para introducir elementos arquitectónicos fuera de contexto, de manera tal, que alterando las relaciones existentes, cambia la realidad de la obra y su entorno. Esa es la vieja receta, la gracia está, en hacerlo con su maestría.
He vuelto a revisar la obra de Bernard Tschumi, con motivo de su declarada vinculación con el cine.Sin embargo y en especial al recordar (a pedido) su centro de artes Le Fresnoy, no he podido dejar de relacionarlo con un tema que siempre me ha interesado. Es la visión sistémica de la realidad y la posibilidad, casi mágica, de poder cambiarla si le descubrimos el juego.
El asunto podría ser como sigue:
Cuando nos enfrentamos a una obra de arquitectura, nos damos cuenta que ella está inserta en este complejo sistema que llamamos “la realidad”. La obra no es ajena al contexto o entorno que la rodea, por el contrario habiéndolo querido o no, al concebirla, su autor debió someterse a las reglas dictadas por la maraña de relaciones,
a la que toda cosa o ser llega, cuando aparece en este mundo.
La obra se hace (una) parte del sistema, (es ya, realidad) el énfasis que se coloque en ciertas relaciones que interesa trabajar, dependerá del arquitecto. El resultado serán las estructuras de orden que la caracterizarán como una obra singular.
¿Pero que es un sistema?
En pocas palabras: es un conjunto de partes, de un todo, que tienen relaciones entre sí.
De acuerdo a Humberto Maturana y Francisco Varela,si queremos conocer un sistema cualquiera, debemos comenzar por entender su organización.
La organización de algo, tiene que ver con las relaciones que deben darse, para que ese algo (cosa, obra o lugar) "sea". Tenga existencia en el mundo.
Para que existiera la “Casa de la Cascada”, y se convirtiera en un hito arquitectónico, fue necesario que Wright organizara un conjunto propio de relaciones esenciales en la obra, (tanto internas, como externas) de manera tal, que esta se integrara a su entorno (o sistema natural) y a la vez, surgiera como una obra distinta y única.
El conocimiento necesario para organizar relaciones y reconocer sistemas, se adquiere: por una parte, de la observación, (del detenerse en las cosas, del mirar no-cotidiano y moroso de la realidad, del aprender a hacer distinciones) y por otra, de la manipulación activa del espacio y de las cosas. Ambos tipos de conocimiento, son interdependientes y determinan la emergencia, el aparecer de la obra.
El primer acto cognoscitivo básico que todos hacemos constantemente cuando nos enfrentamos con algo nuevo, es distinguirlo, o sea traerlo desde el “continuo”de la realidad y luego, clasificarlo. Integrarlo a una clase: a una tipología de obras, cosas o lugares, de acuerdo a los elementos que lo constituyen.
Para que yo clasifique algo como una silla, para que pueda llamarlo silla y no mesa o paraguas, es necesario que reconozca en ese algo, en primer lugar: sus partes esenciales y luego, ciertas relaciones entre esas partes, que yo distingo en este caso como:
patas
asiento
y respaldo
Las sillas también suelen tener otros componentes tales como: brazos, elementos para poner los pies, tablero para escribir, cabezales y otros, pero las partes esenciales y que la clasifican dentro de la clase de las sillas, son esas tres. Sin ellas, la silla no existe.
Estas partes deben relacionarse de tal forma, que sea posible realizar la acción de sentarse. Es decir, las patas deberán situarse en determinada posición y altura con respecto al asiento, y el asiento se ubicará en relación con el respaldo, de modo que yo pueda afirmar mi espalda en él. Sólo así, yo puedo nombrar a este algo como una silla y no de otra manera.
Eventualmente podría surgir la pregunta: ¿Cómo deben darse estas relaciones, para que algo se califique como una buena silla? una silla que nos permita sentarnos bien y a la vez sea algo nuevo, distinto.
Eso dependerá de la imagen de lo que comúnmente se considere “sentarse bien”, o lo que el diseñador crea, es la mejor manera de sentarse. Aquí, surgen los criterios que se establecerán para las relaciones y sus consecuencias. La voluntad del diseñador, el trasfondo cultural, en la elección de la clasificación. La forma en que se quiere acoger la acción de sentarse. Es decir, el modo particular, en que se realiza la organización (la manera en que se dan las relaciones entre sus elementos o componentes) de “esta” silla.
Esa forma distintiva, particular, en la que se dan concretamente las relaciones de las partes de algo, de acuerdo a los criterios de cada diseñador. Los componentes de esas partes, la materialidad, las dimensiones, los colores, etc. Son los que definirán su “estructura”, su orden propio.
¿Qué es la estructura de algo?
Siguiendo con Maturana, podríamos decir que son: las relaciones entre los componentes (espaciales y materiales.) que concretamente constituyen una unidad en particular, y que realizan, que materializan, su organización.
Todas las viviendas tienen una organización más o menos común (un programa y funciones similares) y deben darse en ellas, las relaciones esenciales que las definen como casas (y no como hoteles, por ejemplo) pero cada una tiene una estructura de relaciones particular y propia, que la hace única.
A esto, en la obra de arquitectura le llamamos: orden.
Y es, el que define una obra como tal y le da existencia particular dentro de una clase determinada de obras. Dentro de la clase de las casas; la casa colonial chilena de tres patios, es un ejemplo de un orden arquitectónico determinado. Las casas de la pradera de Wright, organizadas en torno a un corazón central de fuego, es otro.
Lo interesante de esto es que: si variamos la organización de algo, (de una cosa, una obra, de un lugar), o sea, si las relaciones esenciales entre las partes de algo, se dan en forma diferente; cambiamos la realidad. La clasificación que le hemos asignado a ese algo, variará. Y se convertirá en un algo distinto.
Al contrario, si yo descubro cuales son las relaciones de algo (de una cosa, de una obra o de un lugar) que debo mantener invariantes, (las que hemos llamado esenciales) aún si cambio la estructura o el orden de los demás elementos, ese algo seguirá siendo lo que es, su organización será la misma. (“una rosa, es una rosa”, aunque cambie su color, su tamaño o la intensidad de su perfume).
Resumiendo: No podemos cambiar la organización de algo sin cambiar su clasificación, su realidad, pero si podemos modificar su estructura, su orden particular, permitiéndonos un desarrollo en su diseño.
Esa y no otra, es la forma en que a menudo trabajamos los arquitectos, cuando intervenimos un lugar o cuando proyectamos una obra en un contexto determinado. Lo que hace Tschumi en Le Fresnoy es meterse entre las cosas, para introducir elementos arquitectónicos fuera de contexto, de manera tal, que alterando las relaciones existentes, cambia la realidad de la obra y su entorno. Esa es la vieja receta, la gracia está, en hacerlo con su maestría.
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